Nos
gusta brillar
Así es. Nos gusta, nos encanta destacar
y deslumbrar. Brillamos en cuanto podemos. Y, si no es por dentro, es por
fuera. Así que vivan las lentejuelas.
Lo que a mi madre aun se le antoja
un vestido de noche, nos lo ponemos para
ir al supermercado. En los armarios se han colado los brillos en todas sus
formas. Brillos que nos dan las lentejuelas que adoptan las formas más
variadas; circulares de toda la vida, cuadradas, triangulares, con formas de
flores, etc. Los metalizados en oro, plata , bronce, cobre, el charol, los maxi
collares, la pedrería, el glitter, los pailletts, el maquillaje con receptores
de la luz, las purpurinas, los rasos, sedas, sante, los plasticos etc, etc… y
más etc.
Tenemos un poco e brillo en casi todo lo
que nos proponen llevar.
Podemos encontrar ese brillo en forma de
mensaje en una camiseta, como detalle de pedrería en un pantalón o, en el
clásico charol de los zapatos de trote. Aceptamos los maxi collares de pedrería
con camisetas y jeans, como si fuese lo más normal. Nos encantan las sudaderas que
deslumbran con sus recubrimientos en oro, y nos vamos al parque brillando cual
mina de diamantes. Los bolsos son el
lienzo perfecto para añadir todo tipo de joyería que nos encapricha como
niñas. Las gafas llevan detalles discretos
para hacer resaltar nuestro look.
Swarovski se está haciendo de oro con
esta tendencia.
Ponemos remates en paillettes a las chaquetas,
y combinamos faldas de lentejuelas con deportivas. La lencería se vuelve suave
y brillante con los rasos y las sedas, y, por supuesto con detalles en
piedrecitas, diamantitos o cómo no, de nuevo; lentejuelas.
Ya no destinamos el brillo a las
fiestas. Los hemos convertido en los
must de nuestro día a día.
Las hebillas de los zapatos se adornan
con perlas, los lazos con brillantina. Hay una fiebre por la joyería barroca y
no podemos esperar a usarla solo en eventos, así que sobre una camisa, sudadera
o cualquier prenda, nos parece que van de lujo.
Nuestros looks se convierten en focos de
luz, y nosotras en estrellas.
Nos relajamos a la hora de vestir. Nos
sentimos más cómodas con las nuevas
tendencias, pero no por ello renunciamos
al glamour de un buen brillo.
¡Viva el brillo ¡
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