Quien escucha con el corazón, encuentra
la armonía entre la palabra, el gesto y el silencio.
-J.Bermejo-
Hace ya
mucho tiempo que sé que todos los profesionales gustan más o menos por algo que
los diferencia uno de otros
Sea cual sea
la rama , el sector o la profesión, nos decantamos por uno u otro, a veces no solo por el precio del
servicio sino por algo que nos toca más adentro. Algo que hace que los prefiramos
ante otros de igual calidad, igual precio, igual servicio.
A esto le llamo
yo, el Valor añadido.
Es decir; lo
que puedo aportar yo en mi trabajo, que
no solo me distingue, sino que ayude, que añada realmente algo a las personas a
las que se lo ofrezco.
Debe ser
algo natural, no postizo. No es algo que adoptas, que decides añadirá así como sí. Es algo que está en ti, que ha nacido de ti, y en
ti. Algo que realmente necesites soltar,
aportar, ofrecer. Algo con lo que disfrutes.
A todos se
nos ha dado un Don. Algo que sabemos hacer muy bien, algo que
entendemos muy bien, algo a lo que queremos dedicarnos, algo que nos sirve para
aprender determinadas cosas.
Pero lo que
no vemos con frecuencia, es que complementando ese don, ese oficio, esa destreza,
esa habilidad, tenemos otras cualidades y características que son los valores
añadidos, los dones añadidos que hacer que ese Don, sea rojo amarillento, azul clarito,
verde lima. Es decir; que matizan nuestra oferta al mundo, nos definen,
describen de forma más completa a la sociedad, a nosotros mismos, al cosmos si queréis…
Yo lo tengo
claro desde siempre.
Mi Don es crear con el color y la forma.
Modificar. Trasformar, embellecer. Lo ha sido siempre.
Me pasaba la
vida decorando papeles en blanco con formas abstractas, haciendo combinaciones
de colores, creando volúmenes de la nada .La talla, mi pasión desconocida
incluso para mí. Que fascinación por las formas, por poder hacer con mis manos
líneas por las que el ojo se deslice con verdadero placer. La pintura, las
texturas, lo que llegas a poder trasmitir…
y… el maquillaje.
Donde todo
ha desembocado, donde se aúnan colores, texturas olores, formas, modificaciones,
trasformaciones, etc. Un todo, un placer, mi trabajo, lo que amo.
Y también he
sabido desde siempre, que mi otro don,
mi matiz, mi complemento, son las personas.
No puedo
vivir sin que mi trabajo ni mi vida, sea absolutamente personal. Sin amor, sin pasión, sin inteligencia, sin
libertad, sin honestidad. Para mí,
decidir con el corazón, ver con el corazón, y actuar con el corazón, ha sido
una decisión dura de tomar, porque tengo gracias a Dios otras herramientas con
las que ver, decidid y actuar, que tal vez me hubiese librado de ciertos sin
sabores o decepciones. Pero esa forma es
la que va conmigo, es la que resulta
coherente con quien soy, la que me hace sentir bien. El enorme empeño que le pongo a las relaciones
personales, a conocer lo que tengo delante, a entrar en sus más íntimos
recovecos sin dañar, sin abusar, sin invadir, solo ofreciendo esa oportunidad,
solo ofreciendo ese espacio, solo ofreciéndome. Comprendiendo con toda la
generosidad del mundo, sintiendo esa empatía por todas las dudas y miedos, por
todas las miserias que nos acompañan cada día, por esos anhelos, que dejamos
entrever con tan solo un gesto o una mirada.
Pero esto es
como todo. Como dice ese libro tan maravilloso que el La magia del Orden. Hay que ordenar la vida, tu casa, tu interior,
decidir con que te quedas, y que desechas, porque si no, es como saber que por algún
cajón anda ese libro, ese jersey o ese labial, pero no lo usamos por no sabe dónde
está.
Ordenar tu
mundo, concentrarte en saber que deseas y como deseas llevar tu vida, tu casa,
tus relaciones y tu trabajo, es descubrirte , es poder saber que ese matiz, ese
complemento del Don, está ahí y al ordenarlos conoces la forma en que lo vas a
aplicar. Es tu decisión ponerlo en práctica, sacarlo a la luz.
Y para mi
nada en los últimos tiempos ha sido tan satisfactorio como estar plenamente augusto
conmigo misma en la labor que desarrollo maquillando, pero maquillando como yo quiero
hacerlo. Llevando el trato al nivel que me gusta, dejando a un lado los
rumores, las desconfianzas, y aceptando que no soy para todo el mundo, que soy
para ti, que quieres y valoras lo que yo, que consigues verme como te veo yo a
ti.
Cuando
maquillo, quiero solucionar un problema, cubrir una necesidad, satisfacer un deseo
y materializar unas aspiraciones.
Quiero entender
a esa persona que se pone en mis manos, y prestarme como solución.
Para que
esto sea posible tengo que poner en ella todos mis atributos profesionales como
los conocimientos, el estudio, la experiencia, la habilidad, la destreza la
creatividad. Ellos hacen que quiera embellecer la piel para resaltar sus
cualidades, ocultar esos defectos que esa persona ve, y decorarla. Remarcar ángulos,
igualar tonos, intensificar miradas. Estudiar no solo los colores, sino las texturas,
los olores, las armonías, la ocasión, las pieles , los tonos, el protocolo, el
tiempo, y todo lo que es esa persona y todo lo que la va a rodear ese día, todo
lo que espera ella, todo lo que desea mostrar, todo lo que esa adecuado.
Pero me sería
imposible llegar a ofrecer el servicio que yo quiero ofrecer, sino pusiese
también en la palestra mis atributos como ser humano, esos dones y matices. De
este modo, también puedo comprender lo que quiere en su foro interno la clienta. Entenderlo y dar soluciones sin salirme de su estilo,
crear confianza y seguridad en mi criterio, ofrecer una cita, un tiempo en él
pueda salir reforzada.
Para mí el
maquillaje no es disfrazar, no es cambiar, es muchísimo más.
Es una
persona que se pone en mis manos con una carga emocional fuerte, que desea
poder ser mejor, que la ayuden a poder estar mejor consigo misma. Y en esto tan
sencillo en apariencia, que ocurre en una hora, se invierte una vida de
experiencias y conocimientos. En una hora, creamos vínculos, en una hora
llegamos a querernos sin saberlo. En una hora se junta el cielo y la tierra, se
esfuma el mundo y solo existe una ilusión, un lujo de 60 minutos que nos
regalamos y me regaláis.
Mi padre fue
el mejor profesional que he conocido. Honesto, entregado, humano y sabio. Su
trabajo, mecánico y sencillo, me pareció siempre imprescindible. Pero no tanto por lo que arreglaba, si no por como
lo hacía. A día de hoy, los clientes que hizo en toda una vida, que nunca le
reprocharon nada, le saludan como amigos por la calle. Clientes con los que
también compartía una hora o dos a lo sumo, clientes a los que por supuesto cobraba,
y no barato, clientes que reconocían su valor como profesional, pero que se
quedaban por su valor como persona. Mi padre siempre escuchó, siempre explicó,
siempre de un solo vistazo, se hacía cargo de la situación de esa persona, y
así se adaptaba su servicio.
Ser un profesional, ser una maquilladora
profesional, es mucho más que echar color en la cara.
Es tu
rostro, es tu alma.
Yo, al
menos, las distingo de un plumazo. He tenido buena escuela.
“En vez de ser una persona exitosa, intenta ser una persona de valor”
– Einstein-
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